Da igual dónde, si al
final te reconoces. La fotografía para mí ha sido un
descubrimiento, una forma diferente de mirar y explorar el mundo. Es
la espontaneidad de ver algo y sentirse identificado. Me interesa la
fotografía por su efecto catártico, porque ha cambiado la dimension
de mi vida y la forma de afrontarla. Le ha dado sentido a muchos
momentos. De repente, siempre pasa algo. Es una excusa ante mí y
ante los demás. Me incita a vivir, a partir constantemente. Me
obliga a reflexionar y a no parar de buscar. Es un ejercicio de
destripamiento. Desnudarse y verse.
Tiene mucho de dolor la
fotografía. Y es del dolor más profundo desde donde nace todo. Nace
el camino y nace el proyecto, que acaba convirtiéndose en tu propia
vida. Llega el momento en el que no piensas en proyectos, sino en
sentir. Sentir cuando fotografías y cuando estás en el cuarto
oscuro sacando el carrete de la cámara. Esos segundos en los que
contienes la respiración porque todo se vuelve frágil. Mientras vas
enrollando la película en la espiral, te tiembla la mano porque
sabes que ahí hay parte de ti, que ese pequeño rollo de 36 imágenes
es un fragmento de tu vida. Y sabes que en ese instante un simple
rayo de luz te deja vacío. Por eso sufres y por eso la alegría es
infinita cuando al cabo de una hora ves las imágenes pegadas en el
negativo. Lo has conseguido. Te has congelado para siempre y cada vez
que veas esas instantáneas, verás algo diferente. Porque la
fotografía es un juguete donde cada uno se inventa lo que quiere
ser.
Queda el recuerdo
nace una noche en la que una pareja de amigos estaban dejándolo.
Decidí fotografiarlos porque me estaban mostrando muchos
sentimientos. Se mezclaban la rabia, el dolor y el amor. Me marché
emocionado ante tanta sinceridad. Pero al revelar el carrete en casa
perdí la película. Me sentí muy impotente y rápidamente fui a
escribir todo aquello que estaba sintiendo, ese sentimiento de
pérdida que me afligía. Sentía que se me escapaba aquella
historia. Entonces, me pregunté, ¿qué queda cuando ya no queda
nada? He vuelto a perder carretes, o partes de él, así que el dolor
siempre ha vuelto.
Quiero hablar de la
fugacidad de los momentos, de la desazón producida por la pérdida y
de las casualidades. En los propios negativos van surgiendo pequeñas
historias, unas veces de forma intencionada, lineal, cuando se
suceden las imágenes una detrás de otra, pero en otras se juntan
por azar, al quedar alineadas en vertical. Todo es un cruce. Esas
historias van quedando en el olvido, fundiéndose con el recuerdo,
que al final es lo único que nos queda.
José Juan Luque